Hace tres semanas me rompí. Un estúpido papel me partió en dos. Mi madre aparentaba estar tranquila y serena. “Hija, es sólo un papel, la salud y la enfermedad están en otro lugar, y lo que ponga ahí no importa”
Aún con todo, mi corazón parecía patalear contra mi esternón, me faltaba el aire y se disparó un llanto incontrolable en mi. Mi ovario izquierdo empezó a gritarme desesperado.
Mi médico me mandó homeopatía y playa. Mi madre me dió el empujón y mis amigos me metieron en el coche rumbo a Cabo.
Ha sido milagroso… o sencillamente explicable.
¿Sabías que el agua del mar tiene una composición similar a la que tiene el plasma sanguíneo? Tiene gran cantidad de oligoelementos, yodo, potasio, zinc, etc que nosotros absorbemos mediante ósmosis al bañarnos en ella.
Mi amiga Marisa, que vive a algunos metros de este tesoro siempre me habla de sus múltiples propiedades, de la capacidad para relajar, eliminar toxinas, mejorar la circulación y la relajación, revitalizar, aliviar dolores y penas (por lo visto gracias a su alto contenido en magnesio)
Me cuenta, además, con su acento andaluz, que “el aire que respiramos en la playita está cargado de iones negativos, gracias a las olas, y que por esto es antidepresivo y relajante, y también rebautizante”
Gracias al mar, el viento, la arena, la buena comida y el amor de mis amigos he regresado de nuevo cargada de esperanza y energía para seguir el camino.
El mar, la mar… tiene más, mucho más para regalarnos, ya sea en baños o bebida. Es absolutamente curativa. Y mejor que yo, o incluso mi amiga Marisa, lo explican en este documental titulado LA FUENTE DE LA VIDA que te recomiendo encarecidamente:
Y te recomiendo esta entrada de Josep Pamiés: Recomendaciones para personas con cáncer: El agua de mar revoluciona Nicaragua y desenmascara los intereses farmacéuticos.
Muy bien, ¡Mucho ánimo!
¡Muchas gracias, Ernest! Un abrazo.