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Bendita fiebre

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«Dadme fiebre y yo curaré cualquier enfermedad.»

(Hipócrates, 460 a.C)

El oncólogo, al principio se ponía colorado con mis preguntas. Mi madre y yo llegamos a formular una rima con el tono de su piel y su apellido con la que bromeábamos antes de entrar a cada consulta (mi madre, yo, y nuestro sentido del humor…) Con las semanas se acostumbró a mis interrogantes y a nuestra dialéctica en la clínica; me atrevo a decir que hasta disfrutaba con ella. Y yo también. He aprendido mucho de su visión y su postura. El primer día que no le pregunté nada espetó un poco decepcionado «¿Nada más? (…) Hoy ha sido corto…»

Cuando cuestioné la fiebre fue como echar un pulso.

– ¿Por qué se produce?

– Por el propio tumor. La analítica no refleja defensas bajas, ni hay infección…

– ¿No puede ser de la quimio?

– La quimio no produce fiebre.

Como me gusta cuestionar casi todo, he de decir que creo que se coló. No soy médico, así que lo único que pude hacer es descargarme el prospecto del carboplatino y corroborar que la fiebre, aunque raras veces, puede ser un efecto secundario del carboplatino. Aunque se que no es este el caso (sin quimio siguió la fiebre)

– ¿ Y no puede ser del cansancio? Yo cuando estoy cansada me dan unas décimas.

– El cansancio no produce fiebre.

Él seguía empecinado en que la fiebre era fiebre tumoral, yo rasqué un poco más esperando oír lo que quería: «Lo que quiero decir es que la fiebre es un proceso curativo, puede presentarse cuando hay cáncer, igual que cuando hay otra patología, pero esto no quiere decir que sea algo malo, al contrario, la fiebre ayuda a sanar»

Pero no cayó esa breva, evidentemente. Le dijo a mi madre que tomara paracetamol cada ocho horas. Y yo le agradecí mentalmente que no nos cuestionara que no hubiéramos ido a urgencias con 40º.

Me gusta como define la fiebre Eneko Landaburu: «“El fuego purificador”:

El cuerpo intensifica sus mecanismos de limpieza y defensa, entrando en ebullición y elevando la temperatura. (…) Se han visto curaciones de cáncer, a través de una fiebre elevada, por ello uno de los tratamientos que se investiga para la curación del cáncer, es provocar fiebres artificialmente.

Somos animales de sangre caliente. Para que los procesos vitales se desarrollen en nuestro cuerpo, necesitamos mantener ciertos grados de temperatura que pueden oscilar desde los 35’8º por la mañanita (al final del reposo nocturno), hasta los 37’3º al atardecer (después de toda una jornada de actividad). El calor es consecuencia de la actividad corporal. Con la muerte, los procesos vitales se paran y con ellos el calor desaparece. Cuando se hace un gran esfuerzo muscular, la temperatura corporal aumenta y el cuerpo se pone a sudar para refrigerarse. La fiebre es un aumento de la temperatura corporal que está indicando un esfuerzo curativo. La Higiene Vital dice que el organismo está haciendo un esfuerzo de desintoxicación. La Medicina también acepta que la fiebre sea una reacción defensiva contra la invasión microbiana e incluso contra el crecimiento tumoral. El calor tiende a desplazarse de donde hay más temperatura a donde hay menos. Si no hace mucho calor en el ambiente, basta con destaparse un rato y al quedar la piel al aire, el calor excesivo que se produce en el interior del cuerpo, escapa. Cuanta más piel se exponga al aire, más rápido se eliminará el calor. Cuando hay exceso de calor, no interesa abrigarse demasiado, ya que se impide su evacuación. En el proceso curativo, el cuerpo habrá momentos que te pida abrigo y otros refresco. En caso de fiebre, sumergir todo el cuerpo en un baño frío, puede ser peligroso, al producir un cambio de temperatura muy brusco y un gran gasto de energía, para un organismo en apuros. Es suficiente con pasar una toalla mojada por toda la piel para liberar al cuerpo del exceso de calor por un tiempo. Mantener la cabeza mojada con paños hace que el calor no afecte al cerebro, se eviten pesadillas, se pueda estar tranquilo y dormir (que es lo que más interesa al enfermo). Si los pies están fríos se ayuda con calcetines o bolsa de agua caliente.»Cabeza fría y pies calientes». La horizontal, la oscuridad, el silencio. Y no tomar más que agua, o como mucho jugos de frutas y caldos de verduras. En éstas circunstancias el cuerpo está más por desintoxicar que por digerir, y prefiere alimentarse de sus reservas. Comer, puede alargar y complicar la fiebre. Con estos cuidados no se pretende cortar la fiebre, por ser beneficiosa. La fiebre desaparecerá cuando ya no se necesite porque la curación ha finalizado. Después es normal que haya un efecto rebote y la temperatura corporal sea más baja de lo normal.» (1)

Según el Dr. Toru Abo, inmunólogo de la Universidad de Niigata, Japón, con la fiebre se reactivan muy eficazmente los linfocitos, particularmente  los linfocitos T, esos de los que hablaba David Servan en su libro, esos que parecen ser «asesinos naturales del cáncer». Dicho inmunólogo afirma  en su libro Temperatura corporal y poder inmunológico, que “en el cáncer, en el reumatismo, en la dermatitis atópica, y  en presencia de cualquier enfermedad, las personas tienen la temperatura corporal baja (hipotermia).”

termómetroSon unos cuantos los autores que parecen mostrarse optimistas con la fiebre y el cáncer e insisten en que las sustancias que elabora nuestro cuerpo para producir fiebre potencian, en gran medida, la actividad de nuestro sistema inmunológico y, en particular, las células que tienen la capacidad de atacar a las cancerosas. Entre estas sustancias que intervienen en la puesta en marcha del proceso febril destacan: diversos tipos de interleukinas, interferón y el «factor de necrosis tumoral» (FNT). La interleukina-1 y el FNT son producidos normalmente por nuestros macrófagos y ejercen una acción tóxica sobre las células tumorales.

 La elevación controlada de la temperatura corporal (fiebre) también está mediada por prostaglandinas. Por tanto, en aras de no estorbar este mecanismo, está plenamente justificada la ingestión de suplementos dietéticos a base de aceite de onagra o de borraja. El ácido gamma-linolénico que aportan es fácilmente utilizado por el organismo para fabricar prostaglandinas (PGs). Muchas de estas PGs desarrollan actividades contrarias a la pervivencia y crecimiento del tumor.

Con el aumento de la temperatura corporal se libera más fácilmente el oxígeno en los tejidos, lo cual supone otro efecto positivo muy interesante. La fiebre es también, sin duda, un buen inmunoestimulante. No sólo inhibe el crecimiento de numerosos gérmenes sino que favorece la actividad de los leucocitos y macrófagos de nuestro sistema defensivo. Al Dr.Wagner-Jauregg se le concedió el Premio Nóbel en 1927 por sus estudios acerca del efecto terapéutico de la fiebre, pero desde entonces la ciencia no ha conseguido elaborar una hipótesis aceptable para todos. (2)

Julius Wagner-Jauregg creó la piroterapia, aunque a mi este nombre me suena a gozar con fuegos artificiales, lo que él hacía era provocar la fiebre con un fin terapéutico.

Es posible que hayas oído hablar de la hipertermia, que se utiliza actualmente para el tratamiento del cáncer y que consiste en aumentar de modo artificial la temperatura de cuerpo con fin curativo. El primer hospital en utilizarlo en España fue el de Puerta de Hierro. (3) Sin embargo, y pese a la utilidad reconocida por el Instituto Nacional del Cáncer, de EE.UU y su utilización extendida tanto allí como en en otros lugares de Europa, o en Cuba -por citar solo algunos ejemplos-  en nuestro país no se promueve en exceso. Raymond Hilu aplica este tratamiento en su clínica de Málaga. Puedes ver una entrevista aquí. Existen muchas otras clínicas privadas que la aplican.

También se utilizan otros métodos para aumentar la temperatura corporal de modo artificial con fin terapéutico, como la hidroterapia.  Según narra Frederic Vinyes los baños hipertérmicos o muy calientes, realizados correctamente, provocan una «fiebre artificial» útil para activar las defensas del organismo en estados inflamatorios crónicos que no acaban de resolverse. (4)


Este tipo de tratamientos datan de la antiguedad. Ya Hipócrates observó que los herreros no caían bajo los efectos de las epidemias, y lo asoció con las altas temperaturas a las que se hallaban expuestos en su trabajo.

La idea de la fiebre como mecanismo de defensa persistió durante la Edad Media.

El médico inglés Thomas Sydenham (1624 – 1689) creía que la fiebre era el «motor» de la naturaleza humana y que servía para combatir al enemigo.

En el siglo XIX y XX, se desempeñó una importante labor en técnicas de hipertermia. Sus impulsores Louis Khune, Vicente Priessnitz, Teodoro Hahn, Sebastian Kneipp, Manuel Lezaeta Acharán,  Carlos Casanova Lenti, entre otros, buscaron en sus tratamientos la elevación de la temperatura corporal a través de hidroterapia, baños de sol y vapor.

En Nueva York, uno de los fundadores de la medicina naturopática, Benedict Lust (1872 – 1945) desarrolló un método con el mismo fin llamado Daweer Brause, que eran duchas calientes de larga duración, pero fue la austríaca María Schlenz, la que innovó una técnica para elevar la temperatura en una bañera y que utilizó por primera vez el concepto de «baños de hipertermia» Fueron los médicos Zabel y  Heisler quienes establecieron las bases científicas de los baños hipertérmicos.
A lo largo de la historia parecen constatarse los efectos positivos de la fiebre y se buscan mecanismos artificiales para provocarla. Y el oncólogo, sin embargo, recomienda paracetamol cada ocho horas. Si llega a 40º otra vez, quizá… y si no: bienvenida seas  fiebre curativa.

Mamá: ¡Qué bien que tenemos paños húmedos para la frente, agua con limón para beber y yo muchos mimos para darte! ¡Y qué bien que en tu casa tienes una bañera que te haga disfrutar del algua caliente!

Fuentes: